En 1098, cuando los caballeros cruzados estaban a punto de conquistar Jerusalén, nació en Alzey, en una zona montañosa del sudoeste de Alemania famosa por sus vinos, Hildegarda. Fue la décima hija de una familia de la nobleza menor, cuyos padres habían prometido dedicar un diezmo de su prole a la Iglesia, por lo que su destino quedó sellado con su nacimiento. Fue una niña de constitución enfermiza que pasaba mucho tiempo en la cama, lo que no impidió que con tan solo ocho años dejara la casa familiar y pasar a ser tutelada por Jutta, hija del conde Von Sponheim, que había decidido dedicar su vida al Señor. El 1 de noviembre de 1112 Jutta pasó a ocupar un habitáculo anexo al convento en el que fue literalmente enterrada en vida y renunció a todos los placeres mundanos. Debió de ser impresionante ver como tapiaban a una mujer joven que recibía la extremaunción y era amortajada a pesar de estar sana, de hecho vivió veinticuatro años más. Cuando la fama de santidad de Jutta se extendió, se unieron a Hildegarda nuevas pupilas, por lo que tuvieron que construir celdas adicionales, y el monasterio de monjes se convirtió en uno dúplice, donde los monjes ocupaban el edificio principal y las monjas las dependencias anejas que habían crecido a su sombra. Al cumplir los quince años Hildegarda tomó los hábitos y el concento se convirtió en su morada definitiva. La muerte de Jutta en 1136 trajo grandes cambios a la vida de Hildegarda, dado que fue elegida abadesa.
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Los griegos eran un pueblo patriarcal y sólo en la pequeña ciudad-Estado militarista de Esparta tuvieron las mujeres algún grado de poder. Las atenienses- por lo menos las esposas de los ciudadanos ricos- estaban tan recluidas como lo estuvieron después las mujeres del Islam. En una sociedad que veneraba la sabiduría, la mayor parte de las mujeres era analfabeta. Sin embargo, aun en Atenas y en las demás ciudades-Estado dominadas por los hombres, algunas mujeres pudieron superar las trabas culturales de su sexo y contribuyeron al desarrollo de la filosofía natural.
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Aspasia de Mileto (ca.470-410 a. C.), segunda esposa de Pericles, de origen Tracio. De Aspasia tenemos referencias de que se la conocía como retórica y miembro del círculo de filósofos que rodeaban a Pericles. Platón, en el Menéxeno, la toma como modelo de discurso retórico. Este diálogo es un epitafio o discurso fúnebre enmarcado en dos partes dialogadas, que sirven de preámbulo y epílogo, entre Sócrates y el joven Menéxeno interesado por la retórica. De modo irónico, Sócrates ensambla distintos discursos atribuidos a Aspasia, para desmitificar ante el joven Menéxeno la tarea del orador. Diálogo altamente controvertido, el Menéxeno, a pesar de su brevedad, hace acopio de exageraciones, anacronismos y errores, probablemente para desprestigiar la tarea de la retórica en general (cosa que Platón hace también en otros diálogos como el Gorgias), y los discursos de Aspasia, en particular. En el Menéxeno, las observaciones filosóficas son marginales y carecen de la solidez que presentan en otros diálogos; además, no guarda el esquema característico de los discursos fúnebres.
Hannah Arendt nace cerca de Hannover (Alemania) en 1906, en el seno de una familia judía originaria de Königsberg, la ciudad natal de Kant, a la que regresan cuando Hannah cumple los tres años. Recibe una formación muy liberal y completa. A los 14 años ha leído la Crítica de la razón pura, de Kant.
Nació el 7 de abril de 1803 en París, en “pleno reinado” de Napoleón. Su madre era francesa y su padre, un rico aristócrata peruano, coronel de la armada española.
Los primeros años de su vida transcurrieron en un hogar al que no le faltaba de nada y por el que pasaban personajes de la talla de Simón Bolívar.
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