La globalización es un concepto proveniente de la economía que significa mundialización, es decir, se trata de una perspectiva mundial en la que todas las situaciones y dimensiones de la vida humana individual, social, económica y política se ven afectadas por las prácticas y las interacciones internacionales. Se contrapone, por tanto, a una perspectiva nacional y, mucho más, a las distintas formas de nacionalismos. La globalización señala una interdependencia entre los distintos países por la cual, el concepto de nacionalidad, e incluso de Estado y soberanía, pueden transformarse absolutamente y dar lugar a unas realidades sociales, económicas y políticas todavía por imaginar.
El origen de todos los procesos vinculados a la globalización es económico y surge como resultado de la evolución del capitalismo, entendido como modelo económico que determina un modelo de sociedad. Las conquistas sociales surgen como limitación de un capitalismo despiadado que antepone el beneficio a las condiciones de vida y la dignidad de la mayoría de las personas que componen las sociedades industriales del siglo XIX. Así, el capitalismo ha ido encontrando una serie de límites legales, institucionales y políticos en los países desarrollados, como lo son los derechos económicos y sociales protegidos por las constituciones de los países democráticos desarrollados. La presión social y política dio como resultado la limitación ética del capitalismo. El hecho fue que el desarrollo de la justicia logró limitar una concepción interesada de la libertad, la del liberalismo económico, que oprimía y excluía de una vida digna a millones de personas.
Pero la consecuencia ha sido que el capitalismo ha buscado otros territorios, externos a los países donde prevalecía una cierta justicia, en los que las condiciones de trabajo, salariales, fiscales, etc., se asemejan todavía a los antiguos sistemas de esclavitud o semiesclavitud, más que a un mínimo sentido de justicia tal y como se entiende en los países desarrollados occidentales.
En la medida en que no hay limitaciones internacionales efectivas, ni normativas de obligado cumplimiento en todos los países, resulta muchísimo más rentable acudir a cualquier país donde los-as trabajadores son explotados y no están protegidos por una legislación laboral adecuada, que asumir los elevados costes laborales de los países desarrollados, que hacen disminuir, lógicamente, los beneficios posibles.
Las empresas multinacionales han encontrado la forma de burlar la legislación y de eludir su responsabilidad con las sociedades en las que desarrollan su actividad y de las cuales se aprovechan. En el fondo, el poder económico del modelo capitalista ha escapado del control social y político internacionalizando los procesos de producción y exportando la explotación de las personas y de los recursos naturales, así como de las consecuencias no deseadas del desarrollo: contaminación, desertización, agotamiento de los recursos naturales, etc. La consecuencia inmediata en las sociedades desarrolladas es la pérdida de competitividad relativa y la aparición de un desempleo inevitable desde los planteamientos del crecimiento económico de una economía globalizada.
El problema no es ya si una persona sirve o no para desempeñar un determinado trabajo, sino si en cualquier otro lugar del mundo hay alguien dispuesto (o necesitado) para hacer más por menos.
Los sindicatos pierden a marchas forzadas poder de negociación puesto que su único ámbito de competencia es el territorio nacional. Pero por la misma razón, el Estado nacional pierde su soberanía desde el momento en que no puede hacer nada, desde las estructuras y la práctica políticas vigentes en la actualidad, frente a la ausencia de legislación, la corrupción o las condiciones de inhumanidad de gobiernos y dirigentes de otros países. Y en el interior de los Estados nacionales, vinculados a un territorio determinado, todas las atribuciones de la soberanía son burladas a través de la globalización: la fiscalidad, las atribuciones especiales de la policía, la política exterior, la defensa y las inspecciones y garantías de los derechos constitucionales y de la legislación social, laboral, de protección del medio ambiente, etc.
La economía de la globalización tiene cuatro características fundamentales: 1) posibilidad de exportar puestos de trabajo, es decir, de dirigir la contratación y la producción al lugar del mundo más ventajoso; 2) el proceso de producción puede ser repartido a lo largo del mundo, fabricando las distintas piezas o componentes en distintos países y ensamblándolas donde más convenga a los intereses económicos de la empresa; 3) las negociaciones de sindicatos y de los mismos Estados con las multinacionales están condenadas al fracaso, puesto que la negociación consiste en dar condiciones cada vez más favorables a las segundas para que no abandonen el país y dejen en paro a todos los trabajadores, pero este proceso no tiene límite inferior, puesto que la posibilidad de irse sigue permanentemente vigente; y 4) como consecuencia de todo ello se separan de forma creciente el lugar de producción, el lugar de declaración fiscal y el lugar de residencia de directivos y trabajadores. Y todo ello sin que el poder político ni la opinión pública ni las diferentes administraciones de justicia nacionales hayan mediado ni participado en nada. El equilibrio y el pacto de poder entre el Estado, los trabajadores y los empresarios, que es el que ha sustentado durante décadas nuestro modelo de sociedad, quedan revocados y se traspasan silenciosamente a la autogestión de la actividad económica, es decir, a los intereses económicos que tengan más poder.
A pesar de lo anterior y precisamente por ello, el proteccionismo no es ninguna solución puesto que es sencillamente imposible: vivimos en una sociedad mundial en la que los espacios cerrados ya no existen ni pueden existir. No hay ningún país ni grupo social que pueda vivir al margen de los demás, Las distintas formas económicas, culturales y políticas no dejan de entremezclarse. La consecuencia de todo esto es el aumento de la conflictividad, también en el campo de la economía, entre los contribuyentes reales y los contribuyentes “virtuales”, que son las empresas que eluden los impuestos.
En un futuro cercano, habrán de ser los perdedores de la globalización, tanto el Estado asistencial como los contribuyentes individuales y las pequeñas y medianas empresas, quienes hayan de financiar lo que quede de la democracia económica y social. Mientras que, por el contrario, los ganadores de la globalización, las empresas multinacionales, consiguen unos beneficios astronómicos y eluden toda responsabilidad respecto de la democracia en el futuro.
Es necesario, por tanto, formular en nuevos términos teóricos y políticos la cuestión trascendental de la justicia social en la era de la globalización.
Todos estos procesos de globalización van configurando, aquí y ahora, las características de la sociedad del futuro: progresiva globalización de todas las esferas de la actividad humana; aumento acelerado de la velocidad de todos los procesos humanos con el triunfo de la instantaneidad y la simultaneidad; carácter sistémico de todos los fenómenos humanos en cuanto que cada uno afecta a todos los demás y no hay ninguno neutral; desplazamiento del poderío humano desde el dominio de la tierra, la naturaleza y las máquinas, al dominio de las claves de la evolución, importancia creciente, para la vida de cada persona y la superviviencia del planeta, de la reflexividad, la construcción de las distintas identidades, la capacidad para encontrar y dar sentido vital; predominio del conocimiento sobre la producción y énfasis en los recursos simbólicos; prevalencia de las industrias de la cultura, las ideas y los mensajes sobre la industria de bienes materiales; aparición de internet como imagen de la sociedad del futuro como nueva arquitectura social basada en un modelo horizontal y sin limitaciones una vez se tiene acceso, como sistema autoorganizado sin planificación ni control ni dirección aparente en su evolución, características, potencialidades y peligros, y como espacio interactivo autónomo en el que cada persona decide la dirección que toma una vez conectada y cada miembro aprovecha la totalidad del espacio comunicativo disponible.
Estas características sociales van configurando otras consecuencias antropológicas, es decir determinadas formas de ser persona. Esta se define fundamentalmente como consumidor, como componente de determinados públicos y, por tanto, sujeto a determinados intereses, y como parte de determinadas redes simbólicas y de comunicación.
Esto conlleva, cuando se tiene acceso, una expansión de las opciones de participación y de consumo material y simbólico, lo cual repercute a su vez en la expansión de posibilidades de construir y desarrollar múltiples identidades personales y colectivas.
El resultado ya es, de forma creciente, que se hacen inevitables los procesos de hibridación, entrecruzamiento, provisionalidad y revisión permanente de las opciones, movilidad de las identidades, actividades y trabajos, etc. Pero estos procesos de globalización no alcanzan ni afectan a todos por igual. La condición es “tener acceso” a las oportunidades que brinda esta nueva sociedad emergente. Sin embargo, la aldea global (la sociedad mundial) parte de y está marcada por profundas desigualdades. La estructura de la distribución del conocimiento y las comunicaciones sigue el mismo patrón que la distribución de la riqueza y el poder a nivel mundial.
Por tanto, no todos tienen acceso ni al conocimiento, ni a las comunicaciones, ni a la integración en esa sociedad, ni tienen garantizado el acceso al desarrollo económico ni a una calidad de vida mínima. Una consecuencia importante y peligrosa de la globalización es la extensión de la exclusión económica, social y política. En los procesos de globalización, los pobres son barridos del mapa, han desaparecido como personas, al igual que la pobreza ha desaparecido como problema social. Quienes no consumen ni forman parte de un determinado público, los que no tienen acceso a esta nueva sociedad simplemente no cuentan en absoluto.
Por una parte, el abismo entre ricos y pobres se va haciendo cada vez más grande. Por otra, dado que el Estado social ha perdido su fuerza vinculante y está perdiendo los instrumentos de integración social, los perdedores y los ganadores de la globalización ya no se sientan en la misma mesa, ni pertenecen a la misma sociedad, ni tienen los mismos derechos y deberes.
Los nuevos ricos ya no “necesitan” a los pobres. Las condiciones sociales y, mucho menos, las condiciones de vida de los pobres, ya no son relevantes con la globalización, dada la separación, en la actualidad creciente e incontrolada, de las distintas esferas de la vida de las personas, de los grupos sociales e incluso de los territorios correspondientes a cada función social (vivienda, ocio, trabajo, adquisición de bienes y servicios, educación…). Entre ambos grupos sociales es sumamente difícil llegar a un compromiso pues lo que se ha roto es la implicación en un proyecto común, la integración en una sociedad para todos y la responsabilidad ante la situación de los demás.
La brecha entre ricos y pobres se hace más grande en la medida en que las clases medias se empobrecen. La movilidad social ascendente parece agotada como característica social generalizable, ya que los pobres y un número creciente de personas con menos recursos iniciales no tienen acceso a las oportunidades educativas, laborales y salariales que les ayuden a superar su situación.
La globalidad nos recuerda que, a partir de ahora, nada de cuanto ocurra en nuestro planeta podrá ser un suceso limitado localmente. Todos los descubrimientos, logros, catástrofes y problemas de toda índole afectarán a todo el mundo, de manera que habremos de reorganizar nuestras vidas y quehaceres, nuestras organizaciones e instituciones en función de nuestra responsabilidad concreta en esa interdependencia.
(AA.VV. Diccionario de sociología Universidad Rey Juan Carlos. ESIC Editorial. Madrid. 2004)