1. EL MISÓGINO DE TORRENTE.
José Luis Torrente es el personaje principal de la saga cinematográfica que ostenta el récord del mayor número de espectadores en la historia del cine español. Torrente, dirigida y protagonizada por Santiago Segura, ha sido vista en el cine por más de 13 millones de espectadores en las cuatro primeras entregas. Dos de ellas, Torrente 2 y Torrente 4 figuran entre los 10 largometrajes con mayor recaudación de taquilla. Segura recibió en el año 1999 el Premio Goya al mejor director y recientemente, en 2014, la Comunidad de Madrid le otorgó el Premio de Cultura por su trayectoria profesional.
Wikipedia define a José Luis Torrente como un policía machista, franquista, racista, ultranacionalista, fascista, jingoísta, zafio, aficionado a las prostitutas, bebedor, consumidor de un poco de droga “tomada por rigurosa mesura”, según él fanático del Fary y del Atlético de Madrid. Disgusting de manual, Segura, su creador, explota los tópicos de la misoginia y el desprecio hacia las mujeres que remarca en cada una de las películas de la saga. Su obsesión por las putas nunca decrece y las escenas en las que aparecen personificadas, chicas siempre cosificadas, tienen un protagonismo estelar que fascina a internautas (podemos encontrar fragmentos de las mismas en numerosos canales de Youtube). En Torrente 2: Misión en Marbella, conversa con su padre, Mauricio en la parte trasera de un taxi. El tono de la conversación es de confidencia. Torrente le confiesa a Mauricio que no está para fiestas, que se siente triste por las mujeres. “¿Mujeres?”, le repite Mauricio. “Sí, las mujeres, que son todas unas putas, menos mi madre”. Mauricio lo mira y con una sonrisa socarrona y paternalista le contesta: “No, muchacho, no, tu madre también”.
También en esta película es contratado como detective por un cliente que quiere averiguar si su mujer le es infiel. Las pesquisas conducen a Torrente a la pensión Armando, allí encuentra a Francisca, la mujer del cliente que trabaja clandestinamente como prostituta. Al descubrirla, la soborna y le quita el dinero a cambio de no contarle a su marido “lo puta que es”, además le pide que le practique una felación o lo que él llama “limpieza de sable”, “servicio” que finalmente no paga. A la salida le cuenta a su cliente: “Su mujer es puta, pero reputa, ahora, de las buenas, no vea usted cómo la chupa”. El hombre sorprendido responde: “¡Pero si a mí en 12 Años nunca me la ha chupado!. “Bueno, pues tendrá usted que ir pensando en pagarla”.
En Torrente 5: Operación Eurovegas presume de ser “regulacionista” de la prostitución cuando les dice a sus amigos, con una prostituta delante, algo así: “Estas chicas latinoamericanas tendrán que hacer algo para ganarse el pan”.
Los de “todas son putas” Segura se lo toma muy en serio como guionista: Torrente es hijo de una prostituta, ha tenido un hijo con una prostituta y la prostitución forma parte del universo de su niñez (es llevado por primera vez a un prostíbulo a los 10 años para cumplir con un ritual de iniciación sexual masculina, tradicional en las sociedades patriarcales desde la antigüedad). Su personaje maltrata, humilla y hasta viola con naturalidad, no es capaz de entablar relación amorosa alguna y solo tiene sexo desde su condición de putero: pagar es un requisito indispensable para poder estar con una mujer.
Producto- engendro de la cultura de la Transición, con una legión de fans incondicionales y símbolo de un imaginario melancólico, Torrente es lo que nos quedó de Franco y no por la obviedad de su simpatía por el dictador, sino porque el personaje en cuestión es capaz de hacer una catarsis con un humor burdo, infantil y prosaico allí donde colectivamente habita la negación del pasado, donde la comedia remplaza a la tragedia, la risa a la culpa, el entretenimiento a la reflexión, la desideologización al discurso político, y así, lo velado permite la aceptación de la historia reciente de España, una guerra civil y una dictadura sangrienta, sin dejar rastros de indigestión simbólica, angustia o vergüenza ajena. Torrente representa en la cultura popular una carencia, la ausencia de un relato censurado por el poder y un amplio sector de la sociedad española que justificaron el franquismo y se resisten a la construcción de la memoria histórica. Afortunadamente los relatos tienen fisuras y las fisuras dan lugar a nuevos relatos.
El relato de Torrente fue creado en un contexto social acunado por la cultura putera: entre el 27 y el 39% de los varones españoles habría pagado por sexo alguna vez, según datos aportados por diversas investigaciones, uno de los índices más altos de Europa. Este dato del 30% coincide con el que aporta el Informe de Naciones Unidas de 2012 y el informa sobre Trata con fines de explotación sexual de 2011, de la Asociación para la Atención, Prevención, Reinserción de Mujeres Prostituidas (APRAMP) (cuatro hombres de cada 10 han consumido alguna vez o son consumidores habituales). Los pocos estudios realizados coinciden en que España ocupa el primer o segundo lugar de Europa en el consumo de prostitución y trata de mujeres y niñas y ha pasado de ser un país de tránsito a uno de destino de mujeres traficadas.
Un informe elaborado por la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de la Igualdad de Oportunidades de las Cortes Generales en 2007 sobre “la situación de la prostitución en nuestro país señala que el 99,7% de la demanda total de prostitución está compuesta por hombres y que los demandantes gastarían de media al año 1.200 euros en contactos sexuales.
Por otro lado, la industria del sexo tiene tanto poder que ninguno de los partidos mayoritarios que ha gobernado en España desde la Transición democrática ha sido capaz de prohibir la publicación de anuncios de prostitución en los periódicos. Estudios e investigaciones (entre ellos el informe elaborado por el Consejo de Estado en 2011) señalan que los anuncios de prostitución fomentan la demanda, permiten que las mafias de trata y de tráfico de mujeres promocionen sus negocios ilícitos y denigran a todas las mujeres. Según el mismo informa de las Cortes Generales citado anteriormente, en el año 2007 la prensa obtenía importantes beneficios económicos con los anuncios de prostitución y el diario de mayor tirada ingresaba cinco millones de euros anuales. En el listado de los periódicos que se han resistido hasta ahora a retirar los anuncios están El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia, entre otros.
La industria del sexo no discrimina entre los ingresos de la trata y la prostitución. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, aportaba un dato más actual y reconocía en 2013 que el negocio ilegal de la trata mueve cinco millones de euros al día en España. La actividad es tan pujante que en 2014 sus beneficios económicos fueron incluidos por primera vez en el cálculo del PIB. La prostitución y el tráfico de drogas elevan un 0.85% el Producto Interior Bruto del país, más de 9.000 millones de euros, que sumadas a otras “mejoras estadísticas” aumentan artificiosamente un 3,3% el PIB de la zona euro y de España, maquillan su estancamiento y falsean la salida de la crisis económica.
La cultura putera no solo se regodea del consumo generalizado de la prostitución, sino que además es acrítica o indiferente ante un modelo de Estado proxeneta que se sostiene con los ingresos ilegales de la explotación sexual y encima no persigue con eficacia la trata de mujeres y niñas.
2. FEMINICIDIO POR PROSTITUCIÓN: UN FEMINICIDIO PARADIGMÁTICO.
¿Por qué el feminicidio por prostitución es paradigmático? No solo la ausencia de cifras globales de feminicidios es uno de los problemas básicos al que nos enfrentamos a la hora de analizar el feminicidio en España y en otros países. Una sumatoria de casos colocados en anuarios estadísticos tampoco nos permite hacer una radiografía del feminicidio. Un análisis estadístico exhaustivo requiere saber cómo se contabilizan oficialmente los asesinatos de mujeres, la clasificación de los tipos de violencia que se tienen en cuenta, qué registros o campos de rellenado se utilizan, qué marco académico se toma como referencia y con qué finalidad. En nuestra clasificación del feminicidio por prostitución resultó clave centrar la atención en el perfil de los victimarios ( hombres), la relación entre víctima (prostituta) y victimario (cliente de prostitución), por qué los hombres mataron a estas mujeres (misoginia), los actos violentos perpetrados sobre el cuerpo de las mujeres (sadismo, esnsañamiento, tortura) y el papel del Estado, la sociedad civil y la opinión pública ante este tipo de crímenes (naturalización, invisibilización, indiferencia y desidia social).
Tener en cuenta estos factores nos posibilitó elaborar la tipología del feminicidio/feminicidio por prostitución, al que definimos como el asesinato de una mujer que ejerce la prostitución. Entra en esta tipología el caso del victimario que asesina a la mujer motivado por el odio y la misoginia que despierta en este la condición de prostituta de la víctima. El caso también conlleva la carga de estigmatización social y justificación del feminicidio por prostitución en la mente del asesino:”Se lo merecía”; “Ella se lo buscó por lo que hacía”; “Era una mala mujer”, “Su vida no valía nada”.
Los feminicidios por prostitución desnudan a la cultura putera y los medios de comunicación se encargan de reproducir la tolerancia del Estado y la sociedad española hacia estos crímenes machistas. Mientras que los feminicidios íntimos ocupan un espacio de actualidad en los periódicos y se difunden como parte del recuento oficial de víctimas de violencia de género, los feminicidios por prostitución se reducen a una información ínfima y secundaria, expresión de una violencia de género asumida en la sociedad como aceptable. Los medios de prensa escritos cuando dedican crónicas y reportajes a los casos suelen ser misóginos y amarillistas; por un lado, desprecian y culpabilizan a la víctima y, por otro, caen en el banalización y el morbo, justifican la condición patriarcal de los hombres que disponen de “mujeres públicas” y en un arrebato de ira y descontrol matan a aquellas sobre las que tienen el poder “por el desacuerdo en el precio del servicio ( en la mayoría de las ocasiones la discusión previa al asesinato se produce porque el cliente se niega a pagar por la relación sexual)”.
Los periódicos y publicaciones digitales no los consideran crímenes machistas y no hacen seguimiento de los casos ni ahondan en la prostitución y la trata como fenómenos de violencia de género estructural. Las otras mujeres, las prostitutas, son revictimizadas, en los relatos narrados figuran en el lugar de las no-esposas, no-novias, no-amigas, no-amantes. Sostiene Marcela Lagarde que la prostitución es un modo de vida total (real y simbólicamente), lo que sabemos de ellas solo nos permite verlas como prostitutas ( igual que nuestro putero por antonomasia, Torrente) y no como mujeres, es decir, personas.
¿Cómo es posible que las y los periodistas no se cuestionen acerca del odio hacia las mujeres? En estos casos de violencia extrema se manifiesta de manera evidente y lacerante la misoginia, ¿por qué no la deconstruyen? Los medios de comunicación son un espejo de esa misoginia y el calado de esta llega en distintos niveles a todos los sectores de la sociedad, desde el Estado, sus leyes, sus autoridades, sus fuerzas de seguridad, su justicia…, hasta la ciudadanía, representada en el último peldaño por simples actores de la opinión pública.
La misoginia es una mentalidad social alimentada por el imaginario colectivo, la continua reproducción y repetición de mitos antiguos y contemporáneos- sobre todo los relacionados con el amor romántico- y la resistencia del patriarcado como sistema social, político y cultura a que las mujeres rompan con el orden simbólico que las coloca en un lugar de inferioridad de la especie humana. La misoginia de los medios de comunicación justifica y legitima la violencia de género como:1) entretenimiento y banalización de la información; 2) rechazo a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres;3) articulación y sustento del terror sexual.
Pero decíamos anteriormente que no solo los medios de comunicación minimizan estos crímenes. Tampoco alarma públicamente a instituciones encargadas de la seguridad pública y la prevención de la violencia contra las mujeres, ni a partidos políticos ni a un sector- no minoritario- del movimiento feminista.
3. ¿QUÉ HACER CON LOS CLIENTES DE PROSTITUCIÓN?
Los ves en la tele. Dan clase en la escuela o en la universidad. Gobiernan, son obreros, funcionarios públicos o estudiantes, ídolos del deporte, científicos o genios de la literatura. También los lees en los periódicos. Puede que quieras a uno o varios de ellos: hijo, padre, hermano, primo, novio, marido. O lo tengas como amigo. Un simple barrido los sitúa en distintas clases sociales, hasta en sus extremos, elitista, de clase media, pobre o excluido, da igual, los hombres gozan potencialmente de ese privilegio en casi todas las sociedades de este planeta aunque no sean clientes de prostitución. Disponer o poder disponer de un contingente de mujeres a través de esa institución, insisto, parece intocable en las sociedades patriarcales.
Si no existieran los demandantes de prostitución no existiría la trata con fines de explotación sexual ni una forma de violencia extrema como el feminicidio por prostitución. La prostitución es la mayor escuela de desigualdad y cosificación de las mujeres. De todas las mujeres.
Erradicar la prostitución supone partir de una pregunta que en la cultura putera no da lugar a un debate social profundo: ¿qué hacemos con los clientes de prostitución en España?
Mientras tanto, nos quedamos esperando a Torrente 6.
(Graciela Atencio (ed) Feminicidio. El asesinato de mujeres por ser mujeres. Ediciones Catarata. Madrid. 2015)